Solo la marea baja despejaba el sendero que iba hasta el pueblo desde la pequeña isla del faro rodeada por el Mar del Norte. El resto del camino atravesaba el temido páramo alto por unos tablones de roble que se balancean al pasar, consumidos y ennegrecidos por la salitre y las fuertes mareas. Una pasarela de madera lavada por las olas y desgastada por el mar en innumerables ocasiones. Tantas ocasiones como fue rescatada y reparada por manos de carpinteros y, en algún momento, abandonada. Un tablón de roble forma el cuerpo de VAREL.