El pan de barco con la forma de una pezuña de caballo era la especialidad de una familia de panaderos hanseática. Durante cuatro generaciones, su pequeña fábrica abastecía de panes y galletas a los barcos que cruzaban el Atlántico desde Hamburgo hasta Nueva York, pasando por Groenlandia. Su «pan seco» tostado, horneado dos veces en grandes bandejas, tenía tan buen sabor que se envasaba en latas y se enviaba a las casas reales de Berlín, Viena, Constantinopla y San Petersburgo. Ocho de estas históricas bandejas para hacer pan conforman hoy HAMBURG.